En el norte de Londres la historia es conocida. Un club acaricia la gloria -o la saborea- y pretende instalarse de forma definitiva en el escalón superior. Entiende que un nuevo estadio le ayudará en su objetivo: generará más ingresos, atraerá a mejores jugadores y situará a la entidad en el foco de lo glamouroso en un mundo dominado por la mercadotecnia. Todo ello sucederá, claro, tras pagar el peaje y los plazos de su mastodóntico precio. En el camino, hay que sobrevivir invirtiendo menos en el mercado de fichajes que los rivales que no tienen hipotecas. Le sucedió al Arsenal, y el mientrastanto se llevó incluso a una institución como Wenger por delante. Ahora, su vecino se encuentra en un escenario similar: con la misma ilusión por estrenar una casa que es la envidia del país y con el deseo de que la transición no se traduzca en las mismas decepciones deportivas. Ayudaría mucho, de hecho, que en su primera gran noche europea el nuevo White Hart Lane impulsara al Tottenham hacia una ronda de la Copa de Europa que sólo alcanzó en 1962, cuando perdió ante el Benfica en semifinales.
El estadio es la razón por la que Pochettino no ha podido reforzar la plantilla en las dos últimas ventanas. Es el responsable de la nada en la que se ha convertido el mercado para los spurs. Pero también es el artífice del todo: de mantener la integridad de las figuras, deseosas de ser protagonistas del inicio de una nueva era, retenidas por los planes de grandeza que les cuenta el club y que se aparecen como una realidad tangible en forma de campo. Especialmente Harry Kane, un hincha del Tottenham de toda la vida que ha demorado su salida con destino a los transatlánticos continentales porque no quería perderse experiencias como la de esta noche frente al Manchester City. Los primeros meses del nuevo estadio serán fundamentales también para convencerles de quedarse un poco más: cómo acabe la temporada determinará el destino de un verano intenso y que lleva meses viéndose con temor desde las oficinas londinenses. Al menos, que Solskjaer haya renovado con el United y que Zidane haya fichado por el Madrid alejan el mayor fantasma: la salida de un entrenador reputadísimo en Inglaterra, un lugar poco amable para los técnicos foráneos.
Descansan los spurs desde el miércoles pasado, cuando el estadio se inauguró oficialmente con la victoria por 2-0 ante el Crystal Palace. No han tenido partido el fin de semana y han recibido desde la distancia una buena noticia: la derrota del Arsenal en Goodison. En la pelea por las dos plazas de Champions aún en juego, nadie se libra de las distracciones europeas y ahora es el Chelsea, que parecía muerto cuando perdió la final de la Copa de la Liga en Wembley con el incidente de Kepa, el que se ha situado tercero. Pochettino volvió a demostrar su flexibilidad táctica en ese último encuentro al alinear un 4-4-2 en el que Rose era el centrocampista izquierdo, Eriksen el derecho y Alli formaba el doble medio centro con Sissoko. Resulta complicado siempre acertarle la formación al argentino (que no puede contar con Aurier, Dier ni Lamela), y más aún ante un rival como Guardiola, con el que ya ha tenido varias batallas tácticas de alto nivel. Desde que ambos ocupan los banquillos de los dos contendientes de este cuarto de final, el catalán domina la estadística. El primer año, el Tottenham ganó 2-0 en casa y empató 2-2 en el Etihad, pero desde entonces el City se ha llevado los tres duelos siguientes.

Menos descanso ha tenido el conjunto de Manchester, que se clasificó para la final de la FA Cup el sábado al derrotar por 1-0 al Brighton con gol de un Gabriel Jesús que aprovechó una de sus pocas oportunidades de ser titular en una temporada en la que el sobresaliente Agüero no le ha dado opción. Fernandinho, Sané y Stones se quedaron en el banquillo, por lo que no sería raro que Guardiola introdujera cuatro cambios con respecto al equipo que mantuvo vivo el sueño de los cinco títulos (reivindicó ayer Pep, cansado de leer que su equipo aspira a cuatro, la oficialidad de la Community Shield, no entendiendo por qué la prensa no lo cita). El Kun arrastraba molestias físicas al igual que Walker y Mendy, pero los tres entrenaron con normalidad ayer. Si todos están disponibles, la confección del once supondrá un auténtico rompecabezas para el de Santpedor, que deberá dejar fuera a dos de estos seis fenómenos: Bernardo Silva, David Silva, Gündogan, De Bruyne, Sterling y Sané. Y elegir en el lateral zurdo, donde Zinchenko está lesionado, si arriesgar con Mendy ante la amenaza de Eriksen o colocar a Laporte en la banda y dar entrada a Otamendi en el eje de la zaga.
Por qué sería arriesgar poner a Mendy contra Eriksen? No es, precisamente, un jugador rápido el danés.
Yo pondría a Mendy, pero supongo que la frase del artículo se refiere a la falta de ritmo competitivo del francés, que no sólo influye en un sprint, sino que puede ser la diferencia de esa décima de segundo necesaria para tapar un centro o un disparo o para estar atento a los movimientos de Eriksen si se mete por dentro y deja la banda a Trippier.
Al final ni una ni otra. Delph.
Creo que la opción que proponía Axel de Laporte por Delph es más interesante. Y no lo digo a toro pasado viendo el 1-0. Simplemente no acabo de ver a Delph como lateral izquierdo al primer nivel
Porque Mendy mantiene menos la posición y a veces falla en el retorno y Eriksen es muy listo. No es una cuestión de uno contra uno.